martes, 18 de octubre de 2011

Por si no lo leíste. "El General Jason ha desaparecido", de Percival Wren

El General Jason ha desaparecido
(The dissapearance of General Jason, U.K., 1940)
Percival C. Wren
Bs.As., Editorial ACME,1949
por Daniel Fara

"Me llamo Jones, Davie Jones - dijo el Señor Samuel Palsover". El señor Palsover incurre en los alias tan fácilmente como elimina a sus víctimas. Facilidad y prolijidad. No tenemos aquí a un violento sino a un amante de los trabajos silenciosos y bien terminados. El senhor Pereira, por ejemplo, muere dulcemente bajo una almohada que Palsover sostiene mientras canta una ope-reta de Gilbert y Sullivan.
Más que cometer un mero asesinato, Herr Schultz (otro alias) acaba de dar un paso hacia su futuro eliminando un obstáculo. En medio de un delirio palúdi-co, Pereira ha despertado el interés del hombre que se finge su valet. Esto es, le ha dado información crucial y abundantes referencias acerca de lo que se convertirá en el ombligo de la novela, la isla de Sao Thomé. Salvo para sus habitantes y para dos emisarios (uno era Pereira), Sao Thomé no existe y si algún peregrino llega ahí por error encontrarán la forma de que ya no abandone vivo el lugar. El motivo del misterio y la hostilidad tiene un nombre corto, radio, el mayor yacimiento de uranio en todo el mundo, y ocurre que a los gobernan-tes no les seduce la idea de convertirse en colonia merced a la trascendencia de su enterrada riqueza. Pobre senhor, tan discreto, toda una vida consagrada a callar y tuvo que intervenir el paludismo para que Palsover / Schultz se ente-rase de que el radio se cotiza a quince mil libras el gramo... Antes de suprimir-lo, el falso valet se las ha arreglado para hacerse explicar cómo contactar al otro emisario y ha obtenido una carta de presentación que, por no entender el árabe, recela de llevar en persona. Es entonces que en vez de convertirse en otro alias, el gordo y fofo villano de manos enormes consigue que otro se con-vierta en él y haga por él el primer contacto.
Ese pasaje es como una inversión pues el retirado general Sir Reginald Ja-son es apuesto, digno, honorable... hasta la náusea. Pero la oposición entre estos dos hombres no es lo que parece, al menos en cierto nivel. Con toda su felonía, Palsover tiene un colorido interior mientras que Jason está tan hueco, tan desprovisto de sentimientos, que ni siquiera recuerda la fecha de su casa-miento con Antoinette, su insatisfecha, incómoda, sufriente pero reprimida es-posa.
El hecho es que, como Rosencrantz, Jason, convencido por Palsover, llega a Sao Thomé con el nombre de Schultz, la ilusión de hacerse rico y su propia sentencia metida en el sobre que entrega al siniestro, bondiano primer ministro de la isla, Dom Perez de Norhona.
No se puede seguir contando, uno de los atractivos del libro lo aporta el par-ticular suspenso que se sostiene hasta el final, pero no al modo de una policial deductiva. Se trata aquí de un suspenso cambiante que involucra entre otros protagonistas a uno de los personajes principales, un tal Henri Carthew, fiel amigo de Jason que saldrá a buscar al General aunque su deseo más secreto es que no aparezca más ya que desde siempre amó a Antoinette y sabe que ella, tras su fachada de mujer virtuosa y fiel, también está enamorada de él.
La novela no tiene una cronología lineal, va saltando del presente al pasado y con eso, además de generarse enigmas mutantes sobre la trama, los perso-najes aparecen con sus vidas ya empezadas y con secretos de los que nos enteraremos progresivamente. Dígase también que el relato anticipa en mu-chos años al que en los 60’ se conoció como estilo indirecto libre, que el no nombrado traductor de ACME logra convertir a un español neutro e impecable.
Espionaje, terror, humor negro, historias de amour fou, un timing perfecto y el rechazo de todo facilismo, incluido el happy ending, pero también el desta-cado de un tema que a los argentinos debe interesarnos. Aunque diabólico, Dom Pérez de Norhona no resigna nunca su anticolonialismo y hasta podría decirse que es en defensa de esa posición que se convierte en temible villano.
Esto último marca para Wren un cambio esencial en la que sería una de sus últimas producciones. Él querría ser distópico, cínico, británico, pero su propia creatividad le impone que Sao Thomé, en vez de la Isla del Diablo, resulte ser un paraíso. Un paraíso ajeno, cerrado al autor y sin embargo defendido por éste con amarga e infrecuente lucidez.

Percival Christopher Wren (1875-1941) le debe más a Gary Cooper que a la crítica. En 1939 el actor protagonizó el film Beau Geste, basado en una novela de Wren, que se convirtió en un éxito de taquilla e hizo que algunos menciona-ran al novelista en función de la película, pero ahí quedó todo y nadie se ocupó en revisar la amplia y variada producción de ese inglés que había pasado mu-chos años en la Legión Extranjera.
A decir verdad, si fuera por Beau Geste más valdría recordar al Lin Yutang de Una hoja en la tormenta en la que también hay quienes dan su vida por los amigos aunque no lo estén anunciando desde la primera página. Pero, también es cierto que al leer El General Jason ha desaparecido, si bien hay bastante del "pro amicos mori", uno no piensa en Yutang sino en Evelyn Waugh, en Ian Fleming, en Graham Greene y en H.Rider Haggard combinados en dosis tan apropiadas que es ya imposible negar el talento de Percy Wren.

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